domingo, 11 de enero de 2015

Práctica 5; Escribir para alguien concreto

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Práctica 5; Escribir para alguien concreto

Tuve mucho cuidado al derramar el aceite por los pasillos, calculando cuál sería la disposición óptima para que el fuego se extendiese rápidamente y quedase todo el edificio bien chamuscadito, y con el edificio, todos los que había en él. Los orcos, me refiero. Quizá debí haber usado gasolina en vez de aceite, pero estaba demasiado cara para mí; por lo menos me libré de ellos durante una temporada. Creo que todo esto se merece una explicación detallada.

Todo el mundo sabe que nunca he tenido demasiados amigos, y quizá fuese eso lo que me empujó a buscar compañía entre las agradecidas páginas de los libros. Desde pequeño me he dedicado a soñar con personajes del pasado, a vivir historias de otros y a condenar la realidad por ser tan aburrida y poco gratificante. Recuerdo la primera vez que pisé la biblioteca, hace más de setenta años, por aquel entonces yo era un chaval de lo más guapo de la ciudad, pero quizá demasiado reservado. Al ver tantos libros me sentí extasiado cual poeta místico, y me prometí a mí mismo leerlos todos. Uno detrás de otro.

Con el paso del tiempo, uno a uno, fueron cayendo en mis manos para ser devorados con un ansia espeluznante: empecé por los libros de ciencias pensando en empezar por el principio, la creación, y luego los de filosofía, guías de cocina, guías turísticas, cursos de idiomas y finalmente, narrativa, toda una aventura que me ha costado años y años. Aprendí todo lo que el hombre conocía, hablo cincuenta idiomas, puedo responder a todo lo que me pregunten y estoy muy orgulloso de haberlo conseguido, a pesar de que ahora no soy más que un anciano escuálido. Pero realmente, lo que más me sobrecogió por dentro fue lo último que leí, lo que había dejado para el final cuando tenía que haber sido realmente lo primero: la literatura fantástica.

¿Fantástica? Nada de eso, lo que pasa es que la gente no se la toma en serio, creen que todo es mentira, que es ficción, igual que lo pensaba yo cuando llegué a esa sección, con todos los clásicos griegos, grandes literatos, pensadores y filósofos a mis espaldas. El primer libro lo abrí con escepticismo, pero lo que descubrí fue fascinante. Esos mundos… no tardaron en envolverme, en poseerme y en enseñarme cosas que seguro que la mayoría de vosotros pasáis por alto. Mi obsesión por los libros se convirtió en enfermedad, e incluso Rufina la bibliotecaria me dio las llaves para que me pudiese quedar a leer por las noches. La pobre, qué disgusto se habrá llevado…

No tardé en descubrir que aquellos mundos que tacháis de inventados son reales como lo somos nosotros, que no solo existimos los hombres, sino también otras razas como los elfos o los enanos. Según leía, un conocimiento ancestral caía desde las estrellas directamente hacia mí, y me sentía poderoso. Pero hubo un contratiempo: los orcos de las montañas, cuya existencia había pasado tanto tiempo por alto para mí, deseaban ese conocimiento ancestral, y siendo como son, todos les conocemos, decidieron invadir la biblioteca una noche que estaba yo solo.

Atranqué las puertas con una estantería, pero consiguieron abrirlas, así que tuve que huir por la puerta de atrás para no ser capturado. Consciente de que nadie salvo yo podría hacer nada por detenerles antes de que invadiesen y arrasasen toda la ciudad, corrí a mi casa, donde cogí una garrafa de aceite. Volví a la biblioteca, y fui por todos los pasillos sin ser visto, regándolos con ese líquido para quemar vivos a los orcos antes de que saliesen de allí; no quería ser un héroe, pero me tocaba serlo. Prendí el aceite y salí corriendo tan rápido como me fue posible a mi edad. No vi salir ningún orco, por lo que todos murieron, supongo. Por el momento la ciudad está a salvo, pero no dudo que volverán.

De todas formas, pido perdón por haber quemado la biblioteca, no me quedaba otra.

Biblioteca Pública
Elllolol

1 comentario :

  1. El relato está guay, innegablemente, quizás es un poco frío para ser la historia que nos cuenta alguien que acaba de arriesgarlo todo por el bien común, pero igualmente mola. Sin embargo, teniendo en cuenta que el objetivo es una biblioteca pública, no tengo muy claro que una historia en la que el protagonista se obsesiona y se vuelve loco por completo al leer sea la más adecuada, especialmente teniendo en cuenta que quema la biblioteca y sigue creyendo en los orcos de la montaña. Probablemente, esto pesaría en contra del relato en caso de que fuese un concurso organizado por la biblioteca, por mucho que el relato en si esté bastante chulo.

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