domingo, 25 de enero de 2015
Pequeños Grandes Sacrificios
Práctica 6; Críticas sociales
Ella no era tonta, puede que fuese pequeña, pero
nada estúpida. Y se daba cuenta que algo raro estaba pasando a su alrededor. No
era nada concreto y no acababa de entenderlo exactamente, pero algo ocurría. Todo
el mundo le sonreía y jugaba con ella cuando estaban cerca, haciendo como si
nada pasase pero ella sentía la tensión que había detrás de sus gestos como un
zumbido inconsciente: algo raro pasaba. Y eso le quitaba el sueño, o al menos
le costaba conciliarlo más de lo habitual, no importaba que la arropasen con un
cuento. Incluso aunque fuese su favorito, Winnie the Pooh.
Fue
unas semanas después cuando, por primera vez, oyó discutir a sus padres en voz
queda en el dormitorio de al lado. No entendía las palabras que decían debido a
la pared que los separaba, pero la presión en las voces era innegable por mucho
que fuesen susurros. Y a la noche siguiente se repitió, también la de después y
la que la siguió. Así toda una semana, noches de inseguridad mientras el día
transcurría con aparente normalidad. Una calma falsa ante las tempestades
contenidas en la oscuridad.
Pero
incluso la tranquilidad del día fue perdida ante lo que pasaba. Fue una mañana
que dejó sus juguetes en el dormitorio porque tenía sed. Al llegar a la cocina
iba a llamar a su madre para pedirla un vaso de agua, cuando la escuchó llorar
del otro lado de la puerta. Se quedó paralizada, como una estatua en el
pasillo, ¡lloraba! Eso era imposible, las madres no lloran, ¡son las que se
encargan de arreglarlo todo cuando son las niñas las que lloran! Y, sin
embargo, silenciosamente, lo hacía, escondida en el fondo de la sala, en el
rincón de la nevera.
Ella
huyó y se refugió en el cuarto, corriendo a jugar como si nada hubiese pasado.
Pero, a partir de ese día, prestó más atención a lo que decían sus padres en la
comida y se repetía la misma palabra: "crisis". Al principio
pensó que era algo que le pasaba a su tía Cristina, quizás estaba malita o algo
así, pero cuando la tía vino de visita todo era normal.
Así
que fue a por el libro gordo de las palabras y la buscó. No fue fácil
encontrarla y la descripción de la palabra era complicada, más incluso que "músculo",
¡y esa le había costado mucho! Pero entendió que era algo malo y, por lo que
decían sus papás en la comida, tenía que ver con el dinero. No había, o se
había ido, o no se podía fabricar en los cajeros. Algo así.
Corrió
a la habitación como alma que lleva el diablo y, con cuidado, cogió su pequeño
cerdito. ¡Ahí estaban todos sus tesoros! Con una última mirada de cariño, lo
levantó y lo dejó caer con fuerza en el suelo. Desparramados a su alrededor
quedaron las dos grandes monedas brillantes, la cosa redonda azul que reflejaba
la luz, unos lazos de colores y las tres monedas para comprar chuches en el futuro.
Los
pasos llegaron corriendo por el pasillo y mamá entró a toda velocidad por la
puerta de la habitación, preparada para luchar con todos los monstruos que
pudiera haber en el pequeño dormitorio. Pero sólo estaba ella que, levantando
todas sus fortunas, se las ofreció con seguridad:
-Toma mamá, ¡con esto se acabó esa crisis y
podremos volver a ser felices!-
Costán Sequeiros Bruna
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Me arrancó una sonrisa. La dureza de la crísis económica vista a través de la inocencia de un niño con una comprensión limitada de su mundo. Resulta enternecedor y, a la vez, durísimo.
ResponderEliminarMe ha gustado mucho.
Me alegro que te gustase, la verdad es que no tenía muy claro si no estaba siendo excesivamente obvio, o quizás demasiado retorcido. Y como últimamente no estoy muy inspirado, la verdad es que no estoy nada convencido con el relato, así que si te ha gustado ya he conseguido más de lo que esperaba. :)
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